Y se come mis chicles, y yo compro Lacasitos para compartir. Se ríe siempre de mis estupideces (incluso de mis chistes) y me echa la culpa de todo delante de todos los demás. Y volvemos a insultarnos en el bus. Pero luego me da las gracias. Dos veces. Y me dice que alguien está muy buena, buscando confirmación.
Y comemos patatas fritas (con café) y palotes que no deberían estar tan duros. Y leemos el Marca y grita mi nombre con una voz aguda que taladra el cerebro.
Y reconozco cosas en él que me hacen gracia, que me recuerdan a gente que me hace sentir en casa y a salvo.
Porque aunque hace un mes que apareció en mi vida, con sus pocas palabras y sus ojos esquivos, me hace sentir un poco menos sola.
Y un poco especial.
Y un poco especial.
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Quizás has sido tú. Tal vez no hay nadie más.
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