sábado, 5 de enero de 2013

Llegar tarde a todo. A los regalos. A las confesiones. Y alcanzar sólo el rastro de olor que dejas. Como cuando una chica perfumada te ha esperado en la habitación, pero ya no está. 




- Gran Vía, 2060 -
Caminar
es mucho más que poner un pie delante del otro.
Caminar y recordarte
con tu barba y tu bufanda azul marino;
un pie,
otro pie,
tu bufanda azul marino.
Ahora soy tan vieja
que tengo más años que mi propia tristeza
y, curiosamente, esta ciudad aún no ha explotado.
Hay poesía por todas partes.
Hay cristales en el aire
y luces debajo de la acera.
En Callao se cruzan, desdeñosos,
el cielo y el infierno:
la Avenida del Edén
que es la Calle
con los edificios más grandes del mundo.
y un callejón sin nombre
al que algunos llaman “averno”
donde dicen que se juega a la ruleta rusa
los domingos.
Ya sólo me queda quererte hasta que me muera yo también
te lo prometí hace ya más de medio siglo.
No he vuelto a mentirte desde aquel día.
Anoche te marchaste de mis brazos.
Los coches surcan el cielo de la Gran Vía
y no van a parar hasta que acaben conmigo.
-Elia Maqueda López-

jueves, 3 de enero de 2013

Feliz (2013)


Hay unas cuantas fotos que no compartí. 
 Esta es una de ellas. 
En la siguiente, aparececemos medio tú y medio yo, con los ojos achinados, riéndonos. 
No sé de qué. 
Las dos fotos son como dos piezas de un puzzle. Tienen poco sentido o poca gracia si no se conoce la imagen general. Hasta podrían borrarse en una selección precipitada. 
Pero esas dos fotos, conectadas con una historia que ya hemos olvidado, lo explican todo. 

Aquí se ve tu brazo, detrás, cerca, por si acaso. 
Estando sin que nadie se de cuenta. Ni siquiera yo en el momento de la foto. 
Es una gran metáfora. 

Y es bonito que alguien cuente contigo siempre, como quien no quiere la cosa, y que en los planes sumemos dos.
 Aunque nunca nos lleven a ningún sitio. Ni falta que nos hace. 



lunes, 31 de diciembre de 2012

Querido 2012 que te vas...


Querido 2012: 

Qué año tan raro. Realmente, si miro atrás, solo puedo ver el verano como resumen ideal de 12 meses, y como el mejor regalo que me dejas.
Noches eternas con la chica de la radio, en las que empalmábamos noches y mañanas, con la cabeza bombeando sangre en las sienes, los ojos rojos y el corazón igual que el de una adolescente. Qué bonito hubiera sido un verano que durara 10 meses más. 

Recuerdo febrero con la llegada al hospital y la cadena de desgracias posteriores, la certeza de las cicatrices y de los afectos que nunca vuelven. Cumplir 25 llorando por alguien por quien ya he llorado demasiado y celebrarlo por la noche con 3 corazones llenos de amor del de verdad.

Y aunque no podría elegir entre uno de esos 4 corazones,uno de ellos se convirtió o dio el paso definitivo a ser mi hermano, porque un día que creí que la salida más correcta era dejarme llevar y saltar, él se quedó a mi lado muchas horas limpiándome las lágrimas y el barro de los pies y de las manos. Y me protegió de monstruos que nadie más había visto. Y creo que desde ese día soy un poco mejor persona. 
Otro de esos 3 corazones fue el de mi otra hermana, que este año, por fin, se ha vuelto feliz. Y está tan feliz, a pesar de tener su vida atada a un libro de test de medicina, que cada vez que me  mira se le escapan corazones por los ojos y me inunda a mi con una paz de esperanza. Como si fuera verdad eso que vendían en los cuentos del príncipe azul (aunque sea del Atleti), y que pasa, y que el destino sale a buscarte aunque tú te empeñes en despistarlo. 
El otro corazón de esa cena es la única persona que me ha demostrado, pasara lo que pasara,  que estaba ahí. Tal vez no sea el guerrero más valiente, ni tenga siempre a tiempo la palabra precisa. Pero está siempre. Y a veces refugiarme en él es como llegar a una casa que nunca tuve. 

Este año también hubo una noche mágica, de karaoke y calles sin nombre de madrugada. Y un camión de mudanza que recorrió los 300 kilómetros más largos de mi vida, que me separa de mi vida real. O de la que siempre soñé y que durante un tiempo fue lo único fiable de mí misma. El único motivo de orgullo que tenía. 

Apenas recuerdo nada más de este año. La llegada a Valladolid, el chico de los apellidos largos, y el de los ojos azulescasiverdes. La abejita. 
Un reencuentro en un bus, un día de lluvia, un paraguas y un abrazo que no se dio. Tal vez porque todo estaba muerto ya. A pesar de mis intentos de reanimarlo o de mantenerlo vivo, puede que con demasiada ilusión. 


Y ahora que se me van estos doce meses, raros, tristes, preciosos, con muchas lágrimas (demasiadas), con muchas risas, con muchas cervezas, con  muchos abrazos, con declaraciones de amor, con muchas noches de ver salir el sol, con descubrimientos, con dolores, con certezas... ahora toca cerrar este libro.

Y empezar uno. Que qué espero que me traiga? pues poca cosa. De hecho, me da tanto miedo plantearme nada que casi me da miedo pensar. Literalmente. 
Quiero ir a la playa, quiero noches en coche, quiero Mahous y suelos adoquinados, y muchos abrazos, y muchos escalofríos de los buenos, y algo con nombres y apellidos que me vuele la cabeza y me haga entender qué hago yo aquí. Quiero sentirme orgullosa de mi y dejar de sentirme perdida aunque solo sea por un día. Quiero volver a saber a dónde voy. Quiero cantar a gritos con alguien. Quiero dejar de luchar un rato y que alguien nade por mi, y se ponga delante para esquivar los golpes. 
SObre todo quiero ser feliz. FELIZ como aquel atardecer en el Madrid de los Austrias y lo dije en alto "soy feliz", para atraparlo un rato más. Como conjurando el miedo. 

Este año yo fui yo por última vez, y estuve en ese sitio donde era más feliz que nadie. Y allí, una mañana de zumo de naranja y muffin, llegaron ellos. Y me hicieron respirar hondo, como ahora, y limpiarme, con solo un dedo, una lágrima de la que nunca nadie supo. 
Hablaban de una alarma. Y de la fuerza que impide que caigas, aunque tiren a dar. 
Puede que me haga un tatuaje. Pero ya será en el 2013. 

Pórtate bien. Por una vez. 


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2012 también fueron LOL, Sidonie, la única canción de Amaral, Whistle, Bruce Springsteen, Bowie...
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Pequeñas frases que te recuerdan, de una vez, con quién cuentas. Y con quién no. Idiota.