sábado, 21 de enero de 2012

Cambiar de paso

No sé si al resto de gente le pasa, pero en mi vida hay casualidades significativas. Me pasan cosas raras, que también, supongo les pasarán al resto.
Me encuentro amigos en sitios insólitos (una mañana de sábado, en Gran Vía en la acera opuesta por la que suelo ir me encontré al Niño Burbuja; en medio de pueblos perdidos), se me aparece gente justo en el momento más insospechado, recupero cosas que creí perdidas...no sé. Ese tipo de situaciones. 
La más reciente es la finalización definitiva de mi """romance amor/odio" con la Santa Casa. 
Justo en este momento. 
Y me lo tomé bien. Muy bien. Interpretándolo como una señal más de "Fin de camino", "Vía cortada" o de "PorDior, cambia esa jeta y abre los ojos a nuevos mundos"...cada uno interpreta las putadas como puede.

Y justo hoy, penúltimo sábado de trabajo en lo más alto de la radiodifusión española, aparece este hombre con su guitarra, y su mánasher, a pocos días de marcharme. Exactamente igual que apareció pocos (poquísimos) días después de mi llegada. Cuando entré en la Santa Casa, su canción "Todo se transforma" venía acompañándome en esa cadena de casualidades que os digo, como las casualidades de Milán Kundera y la Insoportable levedad del ser.
Y en mi reproductor de música suena esta canción mucho. Y aunque sí había reparado en la letra, ahora está  hecha para tomarla literalmente y apreciar "la trama más que el desenlace". Cuántas veces te pierdes, deseando saber qué pasa al final...y lo que importa es lo que pasa en el "durante". Una especie de versión del poema de la famosa Ítaca de Kavafis, pero mucho menos manido. 

Pues eso. Que vino él, y que me alegró el sábado, a pesar de las últimas mierdas que me toquen comer.