sábado, 16 de marzo de 2013

Los hospitales deben ser feos por definición. Feos o grises.
Una vez estuve en uno privado con habitaciones individuales y sin ese color verde y esos tonos pastel en las paredes ni esa pinta de los sótanos tan de garaje, y aún así, a pesar de todo el cristal y las maderas nobles, y el cemento y la Vogue en la sala de espera, era feo. Y gris.

Pues eso. Que el sino de los hospitales debe ser ser feos, como remarcando su pertenencia a otra cosa distinta a la calle, a los coles, a las paradas de bus, a los jardines. Es un hospital, y cuando vas, entras en una especie de dimensión distinta. Dejas de ser tú y de depender de ti para ponerte en manos de otros. Tu vida ya no es tuya y cambia en 3 segundos después de que te digan palabras como bulto, sombra, hígado, pecho, posibilidad. Prueba.

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Sabes cómo tienes que comportarte. Intentas disimular la angustia en los ojos y en la cara aunque oyes la sangre bombear desde tus sienes. Apostarías la mano derecha a que estás más pálida que el papel que el médico sostiene entre sus manos. Y sin embargo sonríes. Sonríes como si no te hubiera llegado una ráfaga de aire helado por la espalda y te hubiera crispado, otra vez, como aquella, el perfil.
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EN mi colegio mayor compartí años de vida con estudiantes de Medicina. Rogué que muchos de ellos, por el bien de sus pacientes, no ejercieran de cara al público. Y, concretando más, que no ejercieran DE NINGUNA MANERA.
Debería haber una especie de examen multidisciplinar que impidiera que un señor sin empatía fuera médico. Que alguien que no entienda dónde está el miedo de su paciente, pueda ser el responsable de enfrentarle al abismo.

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A pesar de eso, todo está bien.
Y no estoy asustada.
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En el metro iban dos perroflautas, cantando sevillanas. Ella se enjugaba las lágrimas con un dedo, disimulando y yo procuraba no mirarlos. No miraba a nada y me entretenía en hacer una lista, larga, racional, tranquilizadora, de los motivos por lo que no puede ser lo imposible.
Y ellos, taconeaban a ritmo de rumbita buena.
Y yo pensé "mierda de vida. Mierda de vida injusta. Mierda de vida de correr y de luchar. Cuando lo bueno es eso, que la muerte, la pena, los sustos, te lleguen bailando".

lunes, 11 de marzo de 2013

Y tú...

Y ahora que te fuiste del todo, pienso que si te vuelvo a ver, ahora sí que sí, no te diré nada. Porque bastante me jodiste tu recuerdo con tus apariciones estelares. Que vale que lo haces con la mejor intención, pero si no vienes a mantener tu capa de Batman y a salvarme la vida, no vengas.
Y dices que no entiendes ni entendías por qué siempre quise pirarme de aquí. Porque en el fondo de mi estúpida ingenuidad, esa que creía en tí por encima de mi misma (que, por cierto, qué bonito fue todo... tanto que parece mentira. Casi como un cuento malo para niñas cursis) sabía lo que eras y lo que no. y sabía que mi papel era el que me habia tocado. y que no podía esperar aquí.

Porque en el fondo, por mucho que lo diga y que pida que alguien me ofrezca la caja azul y la compañía para siempre, yo no he nacido para eso. y mi corazón, mi alma y todas esas cosas cursis que se dicen, me empujan a largarme.

y ahora lo bueno es que sé, siento en mi corazón, en mi alma y en todas esas cosas cursis que dejaste agujereadas una noche de marzo que ya no estás. Y que nunca ibas a tener la suficiente valentía. (o que tal vez, nunca sentiste lo suficiente..o todo lo que asegurabas sentir)

Y qué bien se siente una al decirte "buen viaje" cuando ya no piensas un "no te equivoques", o un "vuelve a por mi si me necesitas". Ahora te digo buen viaje, y en el fondo, te digo adiós. Y tú sin enterarte.


"Me siento responsable de que desde aquel día, todos tus cumples hayan sido raros" (.....no lo tengas tan seguro....)



Qué manera de perder las formas. Y qué forma de perder las maneras.


Debería estudiar porqué me pasa lo que me pasa.
Mañana tengo examen y no he tocado nada desde hace horas. Y es que me da todo igual.

Suena Vetusta y "Los días raros" y llevo mucho tiempo en ellos. En los ´dias raros. No puedo volver, no quiero volver a casa. no me apetece volver al silencio y a mi cuarto.
no me apetece patear esta puta ciudad, enana, corta.
A veces, cuando ando por ella, cierro los ojos, y hago el camino. fuencarral, Sfera, Stradivarius, kiosko, puerta de la radio, H&M, tocados, heladería...así hasta callao.
Y luego los abro y me topo, de nuevo, con el campo. Y los edificios aburridos.
Pero si los cierro, oigo el metro. Y veo aquella esquina donde salen las mejores fotos del edificion de Schweppes. Y oigo el murmullo de la gente. Y de los semáforos.
Y_ me siento un poco menos muerta.

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Siempre me pasa lo mismo contigo. Llegas y me remueves, me alteras, me planteo tener perro y casa con niños. Y Lo veo factible. Y real.
Y luego
te vas. Te vas y me quedo ahí, a medias, con la correa del perro comprada a plazos. Y la hipoteca del chalet. Y los veranos en el pueblo.

y eso también, esa pausa, este no saber dónde cojones vas, también debería ser inconstitucional.

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Estoy cansada y todo me la bufa. Hoy estuve 3 horas en la biblioteca. los libros, las revistas, las letras son un gran refugio cuando no tienes dónde ir ni con quién hablar.
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Al final, lo de los críos no es tan malo. Los ves ahí, en su mundo, creyendo que son invencibles. Y da ternura. Da ternura porque casi no te recuerdas a ti ahí.
De hecho, lo que recuerdo de mi es que no sabía cómo, pero sabía dónde quería  ir.
Llegué.
no fue fácil.
Puede que fuera porque no tenía nada más en el mundo. Literalmente. Sabía que no contaba con nada y con nadie. Que en el momento de dar el paso, estás solo. y creía que allí arriba, lejos de donde empecé, no llegaría el miedo, ni la pena, ni la angustia.
Y lo que no sabía era que, auqnue era feliz, puede que más felzi de lo que nunca fui, ahí era donde empezaba el resto del camino.

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Recuerdo mucho a P. el técnico. Nos quisimos mucho y él se marchó mucho antes de la Santa Casa que yo. Luego él trabajó en una zapatería y ahora es profe de prácticas. fue una de las mejores sorpresas de mi cumple. Hablé con él casi una hora y no podíamos parar de reir.
Le echo en falta.
y me acuerdo de él mucho más de lo que él podría pensar.
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Dice que yo tengo la culpa. De que no llamen, de que no se hablen, de todo. No es que me importe (la talla de mi ropa es culpa de mi espalda, dada de sí de aguantar peso...) pero en parte me desgasta. Me cansa.Como una gota.
Ella cree que su actitud es consecuencia de mi desgana, o de mi desprecio (aunque desprecio es una palabra demasiado......cargada de emoción para lo que siento.Siento vacío) o de mi desgana. Pero resulta que es al revés. A mi, como a la pelirroja de Roger Rabit, no me dibujaron así.
Así me hice yo.
Y menos mal.

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últimamente, será por la aparición del niño burbuja, tengo el reloj biologico haciendo tictac encima de mi cabeza. Como una amenaza. Como una alarma.
Y todo lo que creí se mueve.
Y voto por casarme con anillo de Tiffany's, de blanco roto (por la honra...) y tener niños. Y un perro (bueno...eso puede que no).
me gustaría saber dónde se mete en días como hoy mi yo más guerrero. Esa que se niega a la vida dada, y a lo que debe ser. Y que no quiere sábados en el Carrefour en chandal ni paseos con los niños los domingos.
Espero que vuelva cuando recupere las fuerzas para luchar.


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Lo he descubierto y me he enamorado mucho de él.
me enamoré comiendo un McFlurry (a veces NECESITO volver a casa) sentada bajo un techo de un supermercado abandonado mientras pedía una señal. Puede que la señal fuera que, mientras a mi lado izqueirdo caía una granizada tremenda, a mi derecha lucía un sol tremendo.
y yo allí, sonriendo con dos lagrimones corriendome por la cara, sentada en el suelo, con sabor a chocolate.
De cuando a veces me siento viva.


Izal. Qué bien.