martes, 21 de enero de 2014

(descanso)

Miro al suelo. Reconozco esos adoquines grandes, grises y planos. Veo mis piernas blancuchas, desnudas y al final de ellas unas sandalias cómodas. Hace calor. Mucho calor. El sol se está poniendo detrás del edificio de Schweppes pero su luz no molesta y lo baña todo de un color dorado. El cielo, azul, muy azul, azul sin tormenta, azul con nubes muy blancas, como de dibujos animados, azul de Madrid. Paso el edificio de Telefónica y solo por el olor (demasiado intenso) podría saber dónde estoy: ese ambientador siempre me ha recordado mucho a mi perfume.
Sigo avanzando. Enfrente, un gran andamio cubierto con publicidad, los heavies, el paso de peatones y la gente esperando para venir a mi encuentro. Sigo hacia delante. Edificio en obras, la música del Stradivarius, el cruce hacia el mexicano, una tienda de medias que ahora vende bikinis en los que yo no entro ni entraré nunca.
La puerta de la radio, Manu el segurita fotógrafo que desde que le colé en unos premios siempre me sonrie un poco más de lo habitual. H&M y los novios arrastrados hacia la puerta, y los maridos cansados que ya pueden decir que no entrar. La heladeria de aquella chica a la que se le estaba muriendo la madre y me lo contó, como cuando el cielo deja caer una tormenta para aligerar peso, en un asiento de un bus una noche en la que el verano se acababa y yo echaba de menos una chaqueta.
El olor de Mango. Más obras. Otra tienda. La cafetería en la que me refugié con Carlos aquella temporada en la que noche en que quedábamos, noche en la que llovía a mares.
Paso de peatones.
Diez segundos de tregua para mirar el sol y el cielo a través de mis gafas de miope camuflada. Miro al frente y esquivo al resto de paseantes que también cruzan. Edificio color salmón. Color sol. Color nubes rosas.
La parada de metro demasiado cerca del cruce, el hombre anuncio. La zapatería de Pablo. Los carteles de cine gigantes (dentro de poco serán sustituidos por pantallas gigantes...). Las pandillas de emos saliendo del metro o esperando a alguien.
Los indigentes de la plaza durmiendo al lado del Starbucks. La pija que se coloca el zapato mientras sujeta en un gesto coqueto y descuidado un frapuccino. El escaparate del Corte Inglés.

Cuando me canso cierro los ojos, me pongo esta canción y me doy un paseo.