miércoles, 16 de noviembre de 2011

La máquina del tiempo

Hay días en los que no me salen las cuentas: sumo sueldos, resto cenas, y conciertos, y matrículas, y facturas…y las cuentas no me salen. Y me dan unos bajones…..
Lo bueno que tiene la Santa Casa es que hay un programita que es como una máquina del tiempo. Buscas un grupo y ¡ZAS¡, aparece toda la discografía.
Y sin saber por qué, teclee Incubus.
 Y hoy me acordé del grupo y acto seguido, apareció El Chico Silencioso. Porque busqué, queriendo, una canción suya. Y es suya, porque él me los descubrió, a base de esos CD’s que rulábamos cuando aún no existían los pen drives (y si existían, eran demasiado caros), ni los Spotifys, y empezaban a aparecer los primeros MP3’s (madre mía, el mío fue estrenado de camino a la Selectividad ). Bueno, él más bien,me puso  en la pista, porque en su parquedad en palabras típica, el tío no me puso ni los títulos de las canciones, ni los grupos autores. Ni una carátula, ni una sola marca del autor de la recopilación. (Este es el momento en el que debo ensalzar el regalo más bonito que me ha hecho el chico que vino después del Silencioso, un fantástico CD con una carátula en la que aparecía la foto de la puesta de sol más bonita que he visto nunca. El autor era El chico de rizos, que otro día merecería otro post, aunque sólo fuera por aquel regalo que aún guardo, con dos borrones en la tinta de la portada del disco por un par de lagrimones inoportunos en mi primer día en Madrid)
Volviendo al protagonista de hoy, han ustedes de saber que El Chico Silencioso es un hito en mi historia. Tiene el primer puesto en mi lista de las rupturas dolorosas y vergonzantes, porque dejó nuestra “””””relación”””” (atención, he puesto comillas en el término relación) vía Messenger (oh, Dios, otro muerto tecnológico).
 En cualquier caso, El Chico Silencioso era (y es, supongo) un tipo guay.
Y hoy, en la máquina del tiempo, justo antes de comer, puse Incubus, y de pronto, se abrió la puerta de Gomila, con los melenas (siempre iguales, cada vez más jóvenes, pardiez!), con las telarañas de Halloween y el espumillón de Navidad, y El Chico Con Perforaciones con 8 años menos, y el “súbete al árbol”, y Velázquez/Moro (que ahora es un señor serio que estudia, a veces, en Madrid y con el que mola compartir chocolates en Starbucks y enseñarle el Templo de Debod), y el olor a tabaco, y la falda de cuadros rojos y las primeras botas de tacón. Y aunque esta canción siempre me ha sonado a mar, y a olas, hoy sonaba a casa.
Y el fantasma del Chico Silencioso me ha hecho olvidarme de que las cuentas hoy tampoco me salen. Y por un rato, aunque solo hayan sido 5 minutos, me ha dado igual.