domingo, 10 de enero de 2021

Aceptar.

El viernes pasado dije que no podía más y puse remedio a mis miedos, y a mis daños, y a todo el peso que he puesto en la maleta durante años haciendo como que podía con ella sin poder.
No. No podía. 
Y ahora que tengo tiempo para escucharme, quiero hacerlo. Para cuidarme, para ponerme yo primera por primera vez, para saber qué necesito y qué quiero. Para que, cuando tenga que compartirme no me rompa y quien llegue (si es que llega) tenga la mejor versión de mi. 
Y si no llega nadie, para que yo sea feliz conmigo. Sin esperas, sin agobios. Dejando que la vida me sorprenda. 
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Hoy por primera vez he visto fotos nuestras. Desde que te fuiste cerré con llave aquello y no quería siquiera pensarte. 
He pasado fotos, año a año y he visto tanto amor... Te quise tanto. Y me hiciste tan bonita... Recuerdo en especial un Orgullo, en tus brazos, con Carlos al lado. Los dos estábamos guapísimos. Recuerdo aquella noche. Y aquel hotel. 
Luego apareció una foto nuestra en una discoteca, bailando abrazados en una plataforma, mirándonos y pasando del mundo. Sonriendo. También lo recuerdo. Recuerdo que hacía frío y que yo solo quería ir a casa a la cama contigo, a tenerte pegado y a hablarte bajito. 
Creo que tengo que aceptar. 
Me han dicho hoy que el amor es infinito y que no se acaba. Yo no creo que se me haya acabado el amor, pero sí dudo de amar así de rotundamente a alguien. Supongo que eso será por algo, pero me niego también a quedarme ahí. No queiro, porque lo he visto en otros, que se pierden lo bueno que puede venir por no ser lo que fue y no quiero eso. Fue tan bonito. Nos quisimos tan bien, a pesar de todo...
Y está bien tener miedo. Y es normal. Y dejaremos que la vida nos sorprenda. Y trabajaremos para estar mejor. Y vamos a estar bien.  

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También aparecieron nuestros lunares gemelos en las manos, la misma sonrisa siempre al mirarme tras la cámara. aquella noche que cantamos Hombres G a gritos por la calle, los 3. Esa sonrisa tuya. La misma con la que venías a buscarme siempre. Qué bonito fue quererte también. Y cuánto bien me hiciste. 

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Adiós,2020.

 De este año recuerdo llorar el primer día de los aplausos del confinamiento, porque vivía en Tudela y pensaba que nadie iba a salir a aplaudir ("es un pueblo pequeño", pensaba). Oí la ovación y abrí la ventana y mandé un audio a mi hermana que estaba sola y cansada y tenía miedo y estaba lejos. Y aquellos aplausos llegaron grabados a su isla junto con mis lágrimas de emoción y de pena y de miedo y de soledad y de esperanza, por saber que si todos fueran como ella, estábamos en buenas manos, pero también por saber el precio que ella estaba pagando que me dolía bastante más que mi propio precio a pagar. 

Recuerdo la aparición de Adrián (sí, voy a ponerte nombre. No mereces menos) en mi vida, inundándolo, llenando las horas de conversaciones infinitas mientras bebía(mos) cerveza en la terraza, cada uno en la suya, sin vernos, confinados, en pijama y él con el pelo como un champiñón. Y Van Gogh y los almendros y el cartel del Primer Festival de Músicos Tristes. Recuerdo ponerle cara y ponerle piel. Caminar con su bici al lado, acompañándome hasta la estación aquel primer día e invitarme a su casa a comer pizza, e irme. Recuerdo la primera noche y la noche de San Juan y los toures por Pamplona. Y recuerdo noches largas y perder el miedo por hacer cosas que siempre me han dado pavor, porque él estaba al lado y porque con él parecían muy buena idea (...los niños hubieran sido listisimos, eso sí). Recuerdo la última tarde, recuerdo los últimos coletazos. Recuerdo constantemente su olor, porque en esta ciudad todo el mundo huele a él. 

Recuerdo la oficina de Tudela, recuerdo el miedo y los disgustos y los cabreos y las horas de trabajo y la desesperación con Leire y preguntarnos si ya era políticamente correcto beber cerveza a las 11 de la mañana (la respuesta era sí. Siempre). 

Recuerdo la playa de Barbate con Carlos, sin tiempo, sin prisa, haciendo fuego en casa y mirando las estrellas en una vida pequeñita para dos con puestas de sol en la playa todos los días, hasta los de Levante.  

Recuerdo plantearme un cambio de vida y recuerdo decidir hacerlo. Y que luego me empujaran a hacerlo.  

Recuerdo entrar en mi nueva casa y decir al tercer paso que me quedaba con ella, recuerdo el aire que no me dejó dormir los primeros días y recuerdo no tener que acoplarme a aquella casa. 

Recuerdo a Carlos, como siempre, con la palabra justa para diseccionarme aunque no me vea, y con la perspectiva y la calma perfecta, con toda su sabiduría y todo su (nuestro) amor. Recuerdo a Laura y a Dani viniendo a rescatarme, como siempre, porque siempre están, con un amor que crece aunque se mantenga estable, que hace planes y los cumple y que me da fe y que se me sigue contagiando a mí.  

Y las cenas por videollamada con Pablo y la visita de Lara y las cervezas con Luisa y las comidas con Yaiza, y las llamadas a 4 con Cris, Isra y Carlos y reírme mientras lloro o al revés, y jugar a juegos de mesa a 400 kilómetros. 


 

No puedo decir que 2020 haya sido un año malo para mí. Ha sido duro, pero no malo. He tenido mucha suerte, he tenido mucho mucho miedo, he estado muy ilusionada, he estado muy muy triste (mucho. Mucho...mucho. Lo suficiente para no reconocerme). He querido mucho (MUCHÍSIMO), y me han querido también. 

Al 2021 solo le pido salud y vida para todos los míos... e ilusión. Y mucho amor, de todos los tipos posibles, pero especialmente de uno. 

 Del resto ya me encargo yo. 

jueves, 19 de noviembre de 2020

Doble izquierdo..

 Vamos a jugar a un juego: yo voy a hacer mi vida. Iré a boxeo (por fin), trabajaré mucho y seguiré ascendiendo, encontraré una librería de cabecera en P., iré a la biblioteca y a la Filmoteca, pasearé tranquila y me gastaré una pasta gansa en Mango. Beberé cerveza con amigos, haré pizza en casa, colorearé el póster gigante de Madrid que colgaré en algún sitio de casa. 

Haré todo eso como si no te buscara con el rabillo del ojo. Como si no pensara en cuándo llegas. Haré mi vida y seré feliz y tal vez un día lo sea tanto que de verdad, como dice Silvio, ya no te espere. 

Y cuando me encuentres, justo entonces, verás todo lo que soy y todo lo que he hecho (y qué piernas duras voy a tener...) y querrás quedarte un rato. Sin pensartelo mucho, porque tú también habrás estado haciendo tus cosas y sabrás bien distinguirme entre un millón. Y todo el tiempo de antes tendrá sentido.  Y tal vez me decida a tener críos y tal vez mandemos a la mierda está ciudad y nos vayamos al mar. Tal vez. 

Pero mientras, voy a hacerme yo. Como llevo haciendo un rato, pero ahora mejor. 

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Encontré tu mensaje en el foro sabiendo que en ese hilo ibas a estar. Efectivamente, no tardé mucho en toparme contigo. Y había olvidado aquel libro, y aquella firma y aquel regalo de tu 31 cumpleaños. Recuerdo cuándo te lo di. Recuerdo tu cara. Recuerdo verte llorar. 

No viste las horas de cola, ni mis apuntes en el bolso, ni el madrugón de aquel día ni las semanas buscando dónde y cuándo sería la última firma y que F. no muriera justo en ese momento en el que yo decidí que iba a ser tu regalo. De hecho lo vi tan claro que empecé a pensar planes b por si todo salía mal y no conseguía firmarlo por la vida tradicional. Pero no hizo falta: ni él se murió y solo me hicieron falta dos intentos para conseguirlo.  

Recuerdo mentirte hablando contigo para que no supieras dónde estaba. Recuerdo comer con Tripi aquel día y a él dejarme a las 3 horas de cola diciendo "hay que ver lo que se hace por amor". Recuerdo mi ilusión por dártelo y lo poco que se me hacía a la vez aquello. 

No lo recordé hasta hoy, que me vino todo de golpe en la mesa de un despacho al que no hubiera podido volar sin ti y, paradójicamente, sin tu ausencia. Como dije, todas las maletas y las sábanas, y las preguntas (cada vez más), fueron por ti. 

Y en el fondo quiero escribirlo, pero también me hace daño porque empiezo a sospechar que intente meter tu fantasma debajo de una alfombra y de vez en cuando viene a visitarme, pero intento no dejarle hueco, porque veo que tú tampoco me lo dejas a mí. Y tal vez sea mejor verlo. 

Pero qué difícil, eh. Qué difícil. 

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Y dicho esto, me voy a celebrar a mí, antes de boxeo, con mis langostinos y mi vino blanco y mi salmón y mi aguacate. Y esta casa preciosa y este confinamiento por dentro y por fuera, pero que será útil y será bueno.

Será útil y será bueno. 

domingo, 16 de agosto de 2020

16 de agosto de 2020.

 Estás muerto y no porque no respiras, sino porque hace años que tu boca no pronuncia mi nombre, y mis ojos no te ven y no sé nada de tu vida ni tú de la mía. Y está todo bien. No creo que me gustara verte. 

Entré con una excavadora en tu recuerdo y me lo arranqué entero. Y rellené los huecos con una vida nueva en la que, sinceramente, no me ha ido nada mal (hoy hace un año que llegué a T. Ríete tú del destino). No hablabade ti. No escribía de ti. Por si tu fantasma se me sentaba al lado y ya no podía echarlo. 

No te echo de menos a ti, creo. Por lo que lo recuerdo de ti no es ni la sombra de lo que fuiste. Echo de menos aquella manera mia de quererte (de la.tuya no me puedo fiar, entiéndeme) sabiendo que eras el principio y el finnde todo. Aquella forma de poner mi vida en tus manos ,pero quieriendola hacer a medias y no solo encajandome en la tuya (menos mal que ahí no me perdí...). Cómo me dabas paz y eras refugio. Cómo me reconstruí contigo. O tal vez cómo me hiciste nueva. 

Al poco tiempo de irte tuve que ir al hospital porque un dolor en el costado no me dejaba comer ni respirar.  Mil pruebas, análisis, cara de susto en los médicos y en mis padres. Nadie sabía qué era. Me drogaron y por fin dormí de seguido en aquella butaca después de días y el dolor cesó. 

Y desde entonces me he esforzado mucho en echarte, en no pensarte, en no mencionar tu nombre. En no buscar nada tuyo, en despojar a las cosas que me diste de su origen. Pero a veces, ya ves, vuelves a aparecer. 

No me asusta que me rompan el corazón. Me asusta no volver a sentirme así de segura con nadie nunca más. Y tal vez aquello también fuera mentira y la única seguridad que había allí fuera la mía en ti, pero de verdad que pensaba que ibas a ser tú. Y esa es de las únicas frases que recuerdo de nuestra última conversación. Y sé que no eres tú, pero si no eres tú, no sé ni quién ni cómo va a ser.  Y eso sí que me asusta, porque no me imagino cómo vuelve a pasar aquello. Me sigue pareciendo increíble. 

Y no me entiendas mal, me pilla el día con el corazón a medio reparar y un poco melancólica pero esto que no he contado a nadie tenía que sacarlo. 

Ojalá de verdad no seas tú y lo entienda todo como cuando apareció G. o como cuando apareciste tú. Supongo que querer a alguien es eso, que te explique todo lo anterior con su sola aparición. Me espera un cambio de vida en breve (espero), tal vez la explicación esté cerca. 

Y ahora volveré a cerrar esto con llave y no volveré a mencionarlo, no sea que me acostumbre a tu fantasma. Y aquí no ha pasado nada. 


lunes, 18 de noviembre de 2019

Quieres exactamente aquello que no tienes.
Por primera vez en mi vida tengo a dos chicos claramente detrás de mí. Cada uno distinto y parecido en ciertos aspectos. Con los dos he dormido en la misma cama. Los dos me han medido a bocados de la cabeza a los pies, literalmente. Los dos son buenas personas, más mayores. Mucho más altos que yo. Los dos me cuidan. Los dos me miman y me consienten. Pero.
Pero justo hay uno que no es mas mayor, ni (mucho) más alto. Justo el más complicado, justo el que más me gusta, justo al que menos veo. Justo él. Al que no me quito de la cabeza es a él. Al que no sé muy bien cómo tratar. Al que quiero tener más cerca. Al que me dejó fulminada en una librería, comprando libros por alargar, diez segundos más la posibilidad de hablar con él. Justo él.
Justo él, que escribe, que canta las mismas canciones que yo.Justo él, que se ríe de mis mismos chistes. Justo él, que es al que siento más lejano.

Quiero exactamente aquella sonrisa en la barra del bar. Aquellos dedos rozando mi brazo. Sus ojos posados en el fin de mi espalda. Las manchitas de sus dientes. Los ojos negros. Las ganas que tenía de acercar los dedos (diez centímetros, cinco, veinte milimetros, cero) y retirar aquellos pelos desordenados de su ceja, La forma de reírte, achinando los ojos, detrás de tus gafas, con tus dedos largos tapando tu boca.
La manera en la que me mirabas, de pie, al despedirte, alargando el roce de los dedos.
Quiero verte ya. Ya.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Las letras de tu nombre.

No dejo de acordarme de cuando, hace dos meses o 3, en plena borrachera, llamé a otro chico por otro nombre. Qué casualidad que, sin saberlo, sin conocerte, ya te estaba llamando. No conocía a nadie con tu nombre y de todos los nombres del mundo, tuvo que ser el tuyo.
Me alisé el pelo, me pinté los labios de rojo y dije a los niños que estaba un poco nerviosa. Luego, cuando enfilé la calle hacia arriba (qué casualidad, que de todos los bares, eligieras el de mi calle) lo asumí del todo: iba hecha un flan.
Llegué y no estabas, y encima la cafetería estaba llena. Elegí sitio (¿al lado de los baños? ¿Al lado del ventanal?) y opté por la luz.
Cogí una revista por no verte llegar y no ponerme más nerviosa. Justo me giré y entraste, quitandote la bufanda. Te reconocí de inmediato. Te saludé y te miré, por fin, respirando. Eras tan guapo como te recordaba.
Me acerqué a la barra a pedir y justo ahí, justo ahí, me sonreiste a mí, mirándome, por primera vez. Y pensé que podría quedarme a vivir en esa sonrisa, contigo cerca. Y me asusté de la cursilada súbita y mi cabeza debió de intentar recolocarse ante aquella idea que se parecía más a una certeza que a una intuición.
Y hablamos, y reímos fuerte y con ganas, como hacía tiempo que no me reía (cuánto?) y no sé cuándo me rozaste la mano, y la rodilla, y el brazo. Y sin saber cómo, cada vez estábamos más cerca. Y a mí me seguía pareciendo que estabas demasiado lejos y te miraba los ojos centelles tes, bajo las gafas y te dejaba de escuchar pensando en lo bonito de tus ojos, en tus dedos largos y finos, en tus cejas. En tu manera de reír.
Yo no me quería ir y te acompañé al coche. Te di un abrazo y al separarnos las manos recorrieron el brazo del otro y se enlazar on sin saber tampoco cómo. Y antes de que te fueras, antes de que me dieras tu número, antes de decir que en una semana volvías, antes de eso, me dije, asustada a mí misma que sí, que ojalá aquella sonrisa tuviera las mismas ganas de quedarse a vivir conmigo.

B. S. O = Alba Reche - Quimera.