viernes, 18 de enero de 2013

Empezar. Por algún sitio.


El mundo debería empezar a girar alrededor de mi ombligo. 


Estoy cansada de pedir. 


Y de preguntar.


Y de hacerme cargo de las cosas y de entender. 


Repetir esos patrones mentales.


Pero lo voy a cambiar. Y a romper las ventanas. 


Y que les jodan. 


A  t

    o
    d
    o
    s


 Chris Martin, que también tuvo que empezar por algún sitio. 



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Y me encuentro con esto... de Zahara. (en pijama, pero con el pelo limpio)

las chicas cuando lloran...


Las chicas cuando lloran esperan ser bonitas.
Sentir sus cálidas lágrimas cruzando sus mejillas y que el amor de sus vidas las contemple con tristeza y no pueda soportarlo.
No quieren que se acostumbren a verlas llorar, no quieren que simplemente pasen de largo y que sean unas lágrimas ya viejas, ya vistas... unas lágrimas pasadas de moda.
Eso sólo genera más lágrimas. Como ríos de llanto bajando con fuerza por esas caras hinchadas del esfuerzo, como un torrente de agua que destroza lo que encuentra a su paso.

No, en ese momento, las chicas que lloran tal vez no son tan bonitas, pero aún necesitan el abrazo que las calme, la voz que les pregunte, la lágrima que llore con ellas.
Esas chicas no se sienten cómodas llorando en bata, con el pelo sucio y cansadas de todo el día. Esas chicas que se sorben los mocos no se sienten bellas en su llorar, y sin embargo una vez se imaginaron llorando como si fueran las mujeres más bonitas entre todas las mujeres.

Por eso, a partir de ahora, cuando lloren, llorarán solas.
No quieren que mire aquel que no esté preparado para contemplar esa belleza.

http://zaharapop.blogspot.com.es/2013/01/las-chicas-cuando-lloran.html

sábado, 5 de enero de 2013

Llegar tarde a todo. A los regalos. A las confesiones. Y alcanzar sólo el rastro de olor que dejas. Como cuando una chica perfumada te ha esperado en la habitación, pero ya no está. 




- Gran Vía, 2060 -
Caminar
es mucho más que poner un pie delante del otro.
Caminar y recordarte
con tu barba y tu bufanda azul marino;
un pie,
otro pie,
tu bufanda azul marino.
Ahora soy tan vieja
que tengo más años que mi propia tristeza
y, curiosamente, esta ciudad aún no ha explotado.
Hay poesía por todas partes.
Hay cristales en el aire
y luces debajo de la acera.
En Callao se cruzan, desdeñosos,
el cielo y el infierno:
la Avenida del Edén
que es la Calle
con los edificios más grandes del mundo.
y un callejón sin nombre
al que algunos llaman “averno”
donde dicen que se juega a la ruleta rusa
los domingos.
Ya sólo me queda quererte hasta que me muera yo también
te lo prometí hace ya más de medio siglo.
No he vuelto a mentirte desde aquel día.
Anoche te marchaste de mis brazos.
Los coches surcan el cielo de la Gran Vía
y no van a parar hasta que acaben conmigo.
-Elia Maqueda López-

jueves, 3 de enero de 2013

Feliz (2013)


Hay unas cuantas fotos que no compartí. 
 Esta es una de ellas. 
En la siguiente, aparececemos medio tú y medio yo, con los ojos achinados, riéndonos. 
No sé de qué. 
Las dos fotos son como dos piezas de un puzzle. Tienen poco sentido o poca gracia si no se conoce la imagen general. Hasta podrían borrarse en una selección precipitada. 
Pero esas dos fotos, conectadas con una historia que ya hemos olvidado, lo explican todo. 

Aquí se ve tu brazo, detrás, cerca, por si acaso. 
Estando sin que nadie se de cuenta. Ni siquiera yo en el momento de la foto. 
Es una gran metáfora. 

Y es bonito que alguien cuente contigo siempre, como quien no quiere la cosa, y que en los planes sumemos dos.
 Aunque nunca nos lleven a ningún sitio. Ni falta que nos hace. 



lunes, 31 de diciembre de 2012

Querido 2012 que te vas...


Querido 2012: 

Qué año tan raro. Realmente, si miro atrás, solo puedo ver el verano como resumen ideal de 12 meses, y como el mejor regalo que me dejas.
Noches eternas con la chica de la radio, en las que empalmábamos noches y mañanas, con la cabeza bombeando sangre en las sienes, los ojos rojos y el corazón igual que el de una adolescente. Qué bonito hubiera sido un verano que durara 10 meses más. 

Recuerdo febrero con la llegada al hospital y la cadena de desgracias posteriores, la certeza de las cicatrices y de los afectos que nunca vuelven. Cumplir 25 llorando por alguien por quien ya he llorado demasiado y celebrarlo por la noche con 3 corazones llenos de amor del de verdad.

Y aunque no podría elegir entre uno de esos 4 corazones,uno de ellos se convirtió o dio el paso definitivo a ser mi hermano, porque un día que creí que la salida más correcta era dejarme llevar y saltar, él se quedó a mi lado muchas horas limpiándome las lágrimas y el barro de los pies y de las manos. Y me protegió de monstruos que nadie más había visto. Y creo que desde ese día soy un poco mejor persona. 
Otro de esos 3 corazones fue el de mi otra hermana, que este año, por fin, se ha vuelto feliz. Y está tan feliz, a pesar de tener su vida atada a un libro de test de medicina, que cada vez que me  mira se le escapan corazones por los ojos y me inunda a mi con una paz de esperanza. Como si fuera verdad eso que vendían en los cuentos del príncipe azul (aunque sea del Atleti), y que pasa, y que el destino sale a buscarte aunque tú te empeñes en despistarlo. 
El otro corazón de esa cena es la única persona que me ha demostrado, pasara lo que pasara,  que estaba ahí. Tal vez no sea el guerrero más valiente, ni tenga siempre a tiempo la palabra precisa. Pero está siempre. Y a veces refugiarme en él es como llegar a una casa que nunca tuve. 

Este año también hubo una noche mágica, de karaoke y calles sin nombre de madrugada. Y un camión de mudanza que recorrió los 300 kilómetros más largos de mi vida, que me separa de mi vida real. O de la que siempre soñé y que durante un tiempo fue lo único fiable de mí misma. El único motivo de orgullo que tenía. 

Apenas recuerdo nada más de este año. La llegada a Valladolid, el chico de los apellidos largos, y el de los ojos azulescasiverdes. La abejita. 
Un reencuentro en un bus, un día de lluvia, un paraguas y un abrazo que no se dio. Tal vez porque todo estaba muerto ya. A pesar de mis intentos de reanimarlo o de mantenerlo vivo, puede que con demasiada ilusión. 


Y ahora que se me van estos doce meses, raros, tristes, preciosos, con muchas lágrimas (demasiadas), con muchas risas, con muchas cervezas, con  muchos abrazos, con declaraciones de amor, con muchas noches de ver salir el sol, con descubrimientos, con dolores, con certezas... ahora toca cerrar este libro.

Y empezar uno. Que qué espero que me traiga? pues poca cosa. De hecho, me da tanto miedo plantearme nada que casi me da miedo pensar. Literalmente. 
Quiero ir a la playa, quiero noches en coche, quiero Mahous y suelos adoquinados, y muchos abrazos, y muchos escalofríos de los buenos, y algo con nombres y apellidos que me vuele la cabeza y me haga entender qué hago yo aquí. Quiero sentirme orgullosa de mi y dejar de sentirme perdida aunque solo sea por un día. Quiero volver a saber a dónde voy. Quiero cantar a gritos con alguien. Quiero dejar de luchar un rato y que alguien nade por mi, y se ponga delante para esquivar los golpes. 
SObre todo quiero ser feliz. FELIZ como aquel atardecer en el Madrid de los Austrias y lo dije en alto "soy feliz", para atraparlo un rato más. Como conjurando el miedo. 

Este año yo fui yo por última vez, y estuve en ese sitio donde era más feliz que nadie. Y allí, una mañana de zumo de naranja y muffin, llegaron ellos. Y me hicieron respirar hondo, como ahora, y limpiarme, con solo un dedo, una lágrima de la que nunca nadie supo. 
Hablaban de una alarma. Y de la fuerza que impide que caigas, aunque tiren a dar. 
Puede que me haga un tatuaje. Pero ya será en el 2013. 

Pórtate bien. Por una vez. 


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2012 también fueron LOL, Sidonie, la única canción de Amaral, Whistle, Bruce Springsteen, Bowie...
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Pequeñas frases que te recuerdan, de una vez, con quién cuentas. Y con quién no. Idiota. 


domingo, 23 de diciembre de 2012

Sólo sabe que no sabe nada.

Sus bocas supieron (de saber de sabor) igual toda la noche. Hasta cuando se despidieron, un testigo, dividido a medias, dejaba los últimos rastros de sabor en la lengua del otro. 

Supieron, ambos (de saber de saber) que había lineas que marcaban zonas movedizas y parecían jugar a saltarlas, como cuando se cruzan los pasos de peatones sólo pisando las franjas blancas. 

Sabía una parte lo que era el estómago atenazado.
Sabía la otra parte lo que era aquella manía de colocar con una media sonrisa, y voz más suave (como si solo quisiera que se oyeran los dos) el flequillo. 

Supieron los dos mantener la compostura en los roces casuales intencionados. Y de esos contactos leves, de segundos eternos de presión entre los cuerpos, que pueden ser todo y no ser nada en caso de emergencia. 

Sabía una parte de sus querencias por las antesalas de lo posible.
Sabía de la otra parte el dominio del fino arte del despiste. 

Lo único seguro era el haber aprendido la lección de que los trenes pasan una vez. Y que era mejor subirse. 
Y, aún más seguro, aún más palpable, era el miedo al (más que probable) choque (contra el suelo).  

Pero las mariposas que le tiraban del ombligo no le dejaban mirar hacia abajo. 

                   ¿sería la niña imantada una señal?

               Y viendo a esos dos bailar, desde fuera, no es todo tan terrible...

   
                             

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No es que no crea en Papá Noel, es que él ha dejado de creer en mi.
Por eso, desde hace mucho tiempo, las únicas cartas que escribo, y que merecen la pena escribir, son las de amor.
Una pena, que, como las que escribía a Papá Noel, hace tiempo que no llegan a ningún lado.











viernes, 21 de diciembre de 2012

Y si el fin del mundo...

Tengo que escribir cosas que no quiero, y que no sé decir.
Y casi se acaba el mundo. Y si se acabara, deberíamos pensar si, realmente queremos hacer lo que estamos haciendo. Sé mi repuesta. Pero espero que sea verdad que el mundo no se acaba (hoy).
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no entiendo por qué. Pero pasa.Escuece.No es un arrepentimiento, ni una sensación de pérdida. Ni añoranza ni nada así, de esos sentimientos de poso dulce. Es solo una especie de nudo en la boca del estómago. 
No sé por qué, porque no todo era rosa y fantástico, y porque no encajabas en mi. No encajabas. Y yo lo sabía. Supongo que será por las explicaciones poco convincentes. Por aquellas miradas estúpidas (ahora lo pienso y me da una especie de vergüenza ajena). 
Detesto este sentimiento.  Lo detesto. LO ODIO. Porque no entiendo qué hace aquí. No tiene sentido. Porque casi no recuerdo nada si no fuerzo la memoria.
Pero es fácil. Confío en que el tiempo terminará borrándolo todo. Mientras, yo me ocupo de eliminar tus huellas. Y las suyas. Y las de todos. 
Al final, el verano sin mar se llevó muchas cosas. Algunas que nunca llegaron a ser. Y por eso, porque nunca llegaron a ser, me sorprende que no te hayas ido ya. 
Así que es mejor no darte importancia. 

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Si de verdad se acabara el mundo, volvería a Madrid. Y tendría que hacer una lista con las personas a las que escribir un te quiero (no hay tiempo para malgastar). Me zamparía una pizza y un helado de menta y chocolate. Pondría música, bailaría y antes de que llegara el fin, cantando una canción bonita, saltaría por una ventana. Porque es mejor que en la vida, los finales, los elijas tú.
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No sé si me ha gustado o si me ha asustado el hecho de que, pensando en esa hipotética lista de llamadas/mensajes pre-fin del mundo, su número ya no estuviera. Puede que al final haya interiorizado que no hay que malgastar energías con quien no hace nada para merecerlas. Rectifico: me ha gustado. 
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"Se nos ha hecho un hombre. Se le ve un tipo serio, de esos con los que te planteas casarte y tener hijos"....... Y curiosamente, curiosamente, ya no chirría.




domingo, 9 de diciembre de 2012

La vida en las moscas.

Uno de mis mayores defectos es que no sé decir adiós. Ni poner puntos finales. 
Me ha pasado con mucha gente. 
Y es que, a pesar de lo bestia que soy con algunas personas (me la juegas una, no me la vuelves a jugar), con otras, con esas especiales que llegan y te cambian la vida, me cuesta cerrar. Aunque lo que haya entre los dos sea un cadáver con la piel de los días mejores, en los que fuimos algo, pero por dentro ya no quede nada. 

Fue todo tan rapido, tan bestia que ni siquiera he podido asimilar nada. Si, sabía que no iba a llegar lejos aunque me engañé pensando que no tenía nada que ver que fuéramos tan distintos. Tan opuestos (nunca te fies de alguien que no lee....)
 Porque era una de esas personas que te regala el destino cuando de verdad necesitas a alguien. Puede que me agarrara como a un clavo ardiendo. Puede que no viera lo que veo ahora. Puede que antes no fuera así (que no lo era...a veces).
Luego vino la explosión y ESE fue el momento del adiós. Por su parte y por la mía. 
Pero me ha hecho falta un par de detalles tontos, un par de recaídas en el "puede ser...no todo está perdido" para darme cuenta de que no. De que YA, NO. 

No podía durar mucho. 

Ya llegó el nudo en la garganta y el ansia por respirar adoquines de Malasaña. 
Sabíamos que iba a llegar. 

Aunque se había retrasado. 

y ahora, vete
Gracias. 

Me voy de aquí
sin duda será mejor
te sienta bien
focalizar la atención
me pasará
es un enfado puntual
no hay más.

Lo habitual
lo normal
ser ciudad
tendré que reinventar
reinventar
mi ciudad.

Mi supuesta amistad ha perdido valor en tu bolsa

tu voz de eternidad
lo que dura la vida en las moscas.

Que radical

me fui sin decirte adiós
te escribiré
para explicar mi versión
o no lo haré
al fin de cuentas tu no
te habías dado cuenta.

Vuelvo a mi plan

aún es pronto
y quizás la noche aun se presta.

Reinventar mi ciudad

soy ciudad
soy ciudad.