Hoy cumplo 26.
Y llego a ellos igual que a los 22, y los 23, y los 24, y los 25. Llorando.
Y es que tengo monstruos en el armario. Tengo uno grande, al que casi estoy acostumbrada y al que he aprendido a no hacer caso. Pero a veces grita más de lo normal. O aparece en días como hoy, recordándome todo lo que no soy, todo lo que no tengo.
Y además de ese monstruo, tengo un fantasma.
Un fantasma de un hombre casi valiente que una vez intentó matar al monstruo, y que consiguió domesticarlo y apaciguarlo con solo aparecer. Solo que un día se fue y de dejó su sábana. Y también en días como hoy viene, a recordarme que ya no está. Y lo bueno que era que estuviera.
Y aunque ya no necesito al hombre casi valiente, porque ya pasó, y él lo sabe, y yo lo sé, cada vez que aparece podría jurar que daría algo de mi para que volviera a sentirle vigilando mientras duermo al armario, por si el monstruo ataca.
Y no lloro por ese fantasma. Lloro por todos los que me dicen que el monstruo no existe, y me regalan tirachinas y maderas para bloquear las puertas. Y que me hacen creer que a lo mejor no soy tan mala.
Y aún así, necesito, por mucho que lo niegue, que alguien me ayude a matar al monstruo. Y alguien que me acaricie la cabeza mientras duermo, abrazada a él, por fin, tranquila. Y feliz. Y que me diga, como el fantasma, que no va a pasarme nada mientras él esté. Y que yo me lo crea.
Luis Ramiro tiene nuevo disco, y la primera canción es mía. Porque tengo un monstruo en el armario, resto de una infancia mal curada y necesito que alguien me acompañe hasta la cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario