Estoy muy perdida. En muchos aspectos de mi vida.
Iba andando y necesitaba pararme y pensar, y estar en algún sitio seguro. Pensé una iglesia a la que mi madre solía ir cuando las cosas iban mal, entrar, sentarme en un banco con música y pensar. Y hablar conmigo misma.
Pero eso iba a ser un acto hipócrita, porque al final, terminaría pidiendo a un dios en el que no creo que lo calmara todo, y que me indicara cuál es el camino. Pero hasta donde yo sé, dios no habla con nadie. Y, qué narices, qué pinto yo en una iglesia.
Así que decidí volver a la calle por donde volvía del cole con mi abuelo. Es lo más cerca que puedo tenerlo ahora.
Y qué traicionera es la memoria, yo la recordaba con otro nombre. Pero era la misma. Calle Baltanás. Con la primera casa con un cuadro de azulejos de una virgen (no sé cuál....tampoco las distingo).
Y me he sentado en el bordillo.
Y le he contado a él, que es el abuelo que más he querido lo que me pasa. Él, como dios, tampoco contesta. Pero me da más confianza. Será porque él me quería y dios nunca ha dado señales de que me tenga demasiado aprecio.
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