martes, 25 de febrero de 2014

Obviously, Doctor, you’ve never been a 13-year-old girl.

Tenía 14 años y estaba en Irlanda.
Siempre he pensado que durante buena parte de mi adolescencia me sentía como una especie de pelele soltado en mitad del mar al que le iban pasando barcos, maremotos, tormentas y soles abrasadores y que creía que nada de aquello tenía demasiada relación conmigo.
Suena a frase manida, pero realmente creía que aquella vida, lo que me pasaba iba más rápido de todo lo que yo podía asimilar y de pronto estaba en Madrid en La Paz viendo la Ciudad Deportiva del Madrid desde una ventana mientras mi madre estaba en una sala a la que no me dejaban asomarme (siempre he creído que los fantasmas invisibles son mucho peor que los monstruos con carne porque es más difíciles hacerlos desaparecer), de pronto estaba en un colegio de monjas compadeciéndome de la estupidez de la matona de mi clase a pesar del miedo y de pronto estaba en Irlanda.
Bien. Pues ahí estaba yo, con todas mis propinas en forma de Irish pounds, Carmen y Pollo al lado, flipando por poder, por primera vez en mi vida, elegir qué y cómo comprar.
Recuerdo perfectamente la tienda de discos, llena de luces y colores chillones en la que sonaba Destiny's Child y Eminem y recuerdo el disco de U2 con su pegatina de "precio rebajado" porque ya hacía tiempo que había salido. All that you can't leave behind. Me gustaba el título. Me gustaba el título largo y con significado.

Sin embargo, llegué a casa (a mi casa de estancia allí) y el disco, salvo Beautiful day y Elevation, ni fú ni fá. Y entró en la maleta y se quedó arrinconado. Mientras, mi hermana lo escuchaba una y otra vez (eleveisionuuuh,uuuuuuuuhhhh) y yo no lo entendía. Ni siquiera había sacado el disco de la caja de cartón que envolvía el CD. Pues un disco. Muy bien.

El hombre por el que me enamoré de la radio  (uno de ellos, tuve unos cuantos) ponía una de las canciones todos los días que hacía programa. Walk on. Y Beautiful day. Y si le gustaba a él, y él diseccionaba el disco en cada oportunidad que tenía, tal vez merecían una oportunidad.
El mundo seguía cayéndose en pedazos sin que nadie me diera una explicación y yo seguía allí, metida en una especie de burbuja que me hacía aislarme para reconstruirme. Ni siquiera tenía voz.
Recuerdo que saludaba a los vecinos tan tan bajo que ni siquiera me oían. No tenía fuerza para mucho más. Me oía a mi y solo me oía diciendo "Corre. Corre. Corre. Lárgate de aqui y sal viva de esta".

Supongo que les dí una oportunidad y supongo que funcionó.

Recuerdo a mi profe de gimnasia pasarme a escondidas de mis compañeros y con una sonrisa cómplice, un CD con toda la discografía en MP3. Me recuerdo gritando con Sunday Bloody Sunday o New Year's Day contra la almohada de mi cuarto para amortiguar el grito. Recuerdo lagrimones de rabia y de dolor con el sonido en los auriculares reventándome los tímpanos bloqueando otros ruidos y notando el golpe de batería de Larry Mullen Junior retumbándome en la cabeza. Recuerdo la sensación de liberación. De estar sola y de estar bien. De sentirme fuerte aunque en el fondo temiera que no podría aguantar otra grieta más. Wipe your tears away. Wipe your tears away. Haciéndome prometer a mi misma que no iba a necesitar a nadie porque podía ganar sola pasara lo que pasara, que podía, y que de casa se salía llorada y que delante del mundo solo iba a ponerme las botas y a caminar para llegar a algún sitio muy muy muy lejano de aquel cuarto de paredes amarillas. Ellos fueron una caja de resonancia cuando nadie podía o sabía oírme. Gracias a ellos gritaba. Aunque siguiera sin oírme nadie.

Falta una semana para que cumpla 27 años. Mis cumpleaños siempre han salido entre mal y catastróficamente mal (como los eventos que me tienen a mi por protagonista). Y justo hoy me he topado con ellos y justo hoy me han venido de golpe todas aquellas canciones de cuando de pronto todo se ponía mal y no sabías qué hacer para parar el derrumbe.

Y recuerdo que después de desesperarme gritando con Sunday o Walk on o la que fuera, siempre me intentaba dormir acariciándome el pelo, hecha un ovillo con esta canción. Apuntando directamente al problema con un dedo acusador y quitando los surcos del lagrimón con la manga del pijama con una sonrisa, al fin (sí, es un poco bipolar, pero los hijos únicos tenemos que valernos por nosotros mismos para aguantarnos llorando y hacernos reír. Y este método era tan bueno como el que más).
 "I never thought you were a fool, but darling, look at you. You gotta stand up straight. carry your own weight. These tears are going nowhere, baby".
 Después de la tempestad, el alcohol para los raspones.

http://www.youtube.com/watch?v=NLkf6Y7TDho

 


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